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Puerto de Veracruz, Marzo de 1847. Las calles, salpicadas de zopilotes y soldados traídos de todas partes del país, se preparan a recibir el bombardeo de las tropas norteamericanas. El gobernador Juan Soto ha enviado un comunicado desde Xalapa exhortando a los soldados a dejar todo en el campo de batalla. Nadie sabe dónde está el párroco, ni qué piensa hacer el alcalde. Desde las cartas a su novia de Panchito Viveros, soldado voluntario venido desde Xalapa, vemos la ciudad repleta de fiesta y ajena al peligro. Manuel Díaz Mirón conversa con sus amigos en el café La Gran Sociedad. Mientras, el barrendero Aníbal el negro trae en su carreta pólvora francesa comprada de contrabando. Desde los ojos de Juan Tlecuile, indígena aprendiz de brujo traído a la fuerza desde Orizaba, la matanza se percibe inútil e incomprensible. El teniente Sebastián Holtzinger tiene un empeño: defender el Baluarte de Santa Bárbara a toda costa. Fuera de la muralla, los yanquis alistan sus cañones. No sabemos ahora quiénes resultarán vivos o héroes.

Manuela Barrios, la que nació en la ciudad “al revés”, en ruda introspección a sus 60 años parece de 80 por la mala vida, perfila la sociedad jarocha: la hipócrita, la media hipócrita y la proletaria que busca ansiosa el momento de redención. Del fasto del hotel Diligencias, al burgués Imperial rodeada de la chusma anida su rencor, ya no le asusta la riqueza gracias a Mister Keaton, escupe alfombras a la mínima mención de Obregón o de Calles recelosa de la élite social que etiqueta a los que piensan diferente y los llaman…comunistas. Atribulada por el prejuicio social de “bastarda” Manuela Barrios toma el camino de los excluidos y cada momento de su vida los hace sueños para mitigar el lastimado espíritu de dignidad.

De la introspección Manuela pasa a la catarsis de la ciudad “al revés”: el que se dice dueño del patio de vecindad solo es administrador; el que es Alcalde sólo lo es de nombre porque no sabe gobernar; los dizque dueños de burdeles tampoco lo son ni siquiera administradores sino simples “padrotes”; el diario decano que según “dice la verdad” de los ricos y burgueses porque de la prole solo hace burla.

Veracruz, Mxico, 1847. Francisco Viveros y Rodrguez, ayudado por el sacerdote Jos Arzamendi comienza a redactar sus memorias para su nico hijo que ha sido herido en combate.
Describe su infancia en Vigo, Espaa; sus amores de juventud, su ingreso como soldado del regimiento de Asturias y su llegada a la Nueva Espaa. Testigo de los horrores de las Guerras Napolenicas y de la Guerra de Independencia mexicana, as como de la devastacin por epidemias y enfermedades de la poca.
Comparte aspectos de la vida de personajes como Antonio Lpez de Santa Anna, Guadalupe Victoria, Juan ODonoj y Agustn de Iturbide. La traicin, el amor, la amistad y la defensa de la patria son abordados gil y detalladamente en La pesadilla jarocha. Memorias de Panchito Viveros 1812-1829.
El autor transporta a los lectores al Mxico del siglo XIX, revelando sus hechos, costumbres, tradiciones y dichos.

Basada en la obra del Padre José B. Zilli "Braceros Italianos para México, la historia olvidada de la huelga de 1900", el lector será testigo del curioso periplo de un grupo de trabajadores italianos que buscando construir un ferrocarril en Francia acaban en una Hacienda de Veracruz.El lector seguirá los pasos del profesor Humberto Carreto y se reencontrará con personajes de la vida veracruzana como Salvador Díaz Mirón y Panchito Viveros.Seremos testigos de las peripecias de un grupo de trabajadores italianos vilmente estafado; bajo la promesa de excelentes remuneraciones son llevados con engaños en un viaje por mar y tierra hasta ser abandonados en las calurosas y húmedas selvas veracruzanas..